En medio del vendaval de transformaciones propias de las fases de sanación profunda, vemos cómo progresivamente van desmoronándose nuestras redes sociales. Los amigos y la familia que tanto tiempo nos acompañaron van desvaneciéndose, sumergiéndonos en momentos de soledad e introspección.
Muchas veces vivimos estos episodios con gran dolor, nos sentimos traicionados y heridos por el supuesto abandono de esos otros que antes eran parte de nuestra cotidianeidad, podemos incluso cuestionarnos el valor de las relaciones y renegar duramente de muchos espacios. Pero la verdad es que estos distanciamientos no son más que una consecuencia de las mismas transformaciones que vivimos, porque al comenzar a vibrar distinto naturalmente todo resuena en concordancia y aquello que ya no nos pertenece se disipa.
Desde ahí, lo mejor es comenzar a transitar esta nueva ruta con sabiduría, permitiendo que nuestras emociones emerjan sin bloquearnos ni arrasar con nosotros y los otros, aprovechando el espacio en blanco para aprender a delimitar nuestra esencia, a conectar con ella y reconocernos en este nuevo estado.
Sólo en la soledad que vivimos en estos periodos somos capaces de ver con total claridad quienes somos, nuestro Ser, pues nos desprendemos totalmente de las interferencias y condicionamientos,
Vivir la Soledad para Conectar con la Tribu
Hay que vivir en plenitud la soledad, es la única forma de salir de ella. Puede parecer paradójica esa frase, pero una vez que nos entregamos a sentir esta soledad en su esplendor, aprendemos a vivirnos de otra manera, asumimos nuestra nueva piel que se teje de todo lo que aprendimos en nuestro renacer a padres y los consiguientes estados de sanación.
Nuestra vibración se vuelve nítida, auténtica y muy fuerte. Por lo que una vez que hemos decantado todo, comienzan a reaparecer otros seres que nos acompañarán durante un tiempo -el que dure nuestra sincronía- conectando con amistades antiguas desde un nuevo plano o el Universo se encarga de presentarnos otras personas que pronto se convertirán en nuestros amigos y familia. Los primeros brotes de la tribu.
Se trata de personas que conectan con nosotros en este momento, que vibran de manera similar y comparten trazas de su esencia con nosotros, que probablemente también han experimentado diversos momentos de renacimiento, que han ido sanando sus historias. Aquellos con los que podemos tener conversaciones del alma sin perder de vista lo trivial y cotidiano, quienes nos brindan amor y reciben el nuestro incondicionalmente, en un equilibrio perfecto.
Son auténticos compañeros de camino. con los cuales aprenderemos y compartiremos hasta que nuestro desarrollo y el suyo marque una bifurcación en la ruta. Momento para aprender a soltar y dejar ir en amor.
Sólo es hasta entonces que muchos entendemos el sentido de todo lo vivido, del por qué de la soledad, transmutando radicalmente la forma en que vemos estos periodos de aislamiento. Pues tal como la oruga que se envuelve en su crisálida para poder renacer volando en un futuro, nosotros necesitamos tiempos de interior para poder abrir nuestras alas y crecer.
Sólo es hasta entonces que aprendemos a honrar a todas las personas que nos han acompañado en todas las rutas de nuestra vida, conscientes y agradecidos.
María Lucía Lecaros Easton
Periodista, Licenciada en Comunicación Social
Postítulo en Género y Desarrollo
Asesora Experta en Acompañamiento a la
Maternidad Consciente y Crianza Respetuosa
Asesora de Lactancia EDULACTA
Doula y Terapeuta Holística