A medida que avanza nuestro camino como padres, vamos mudando nuestra piel movidos por los aprendizajes decantados de estas lecciones maestras que nos regala el acompañar a nuestros hijos en la crianza, transformando nuestro sistema de creencias y afectando desde lo más profundo nuestra vivencia personal. Experimentamos el renacimiento.
Pero este proceso no es como atravesar un umbral y aparecer desde el otro lado con toda la consciencia, vibrando de manera auténtica y con todas nuestras historias resueltas, al contrario, es un peregrinar constante dónde con cada pulso vamos sanando un poco más adentro.
Nos internamos paso a paso en nuestras aguas internas, enfrentándonos a los recuerdos, conociendo a esa versión de nosotros que habíamos olvidado, silenciado o censurado para (sobre)adaptarnos a nuestro entorno. Capa a capa vamos desprendiéndonos, descubriéndonos, rescatando a nuestro Ser de años de condicionalidad, cegados por la idea de control, los juicios y las expectativas.
Comenzamos a Renacer
Así comenzamos este camino en el cual no sabemos muy bien si llegará algún día a terminar, porque la maternidad y paternidad es una de las tantas esferas que nos componen, por lo que afectan nuestra experiencia de manera constante e indefinida. Una vez que somos padres, lo seremos para siempre.
Y es que de eso se trata precisamente, el renacer nos invita a habitar el aquí y el ahora, lejos de la obsesión de alcanzar una meta futura para estabilizarnos, sino que conscientes que es en este eterno presente en el que somos felices. Soltando completamente la ansiedad de que nosotros o nuestros hijos lleguemos a un punto específico, para abrirnos definitivamente a vivir.
Es importante aquí detenernos, reconociendo que este transito por maravilloso que es, no siempre lo vivimos en estado zen y con la mayor paz. Pretender que sea así sería negar la vida como tal, volviendo a las expectativas y el control.
Por el contrario, se bate entre momentos de turbulencia, juegos, llantos, risas, desorden, caos, frustración, alegría… Y es que estamos criando a una persona (o más) y en el cómo nos vamos enlazando se van generando un arcoiris de emociones y experiencias. Es el dinamismo puro, es la vida.
Sin embargo, la clave para enfrentar todo esto desde una paternidad y maternidad consciente es con el norte fijo en el Amor Incondicional, abiertos a equivocarnos, aprender y a sanar juntos, desde una posición de respeto mutuo, reconociendo nuestro lugar en la crianza como guías que acompañan el despertar de ese Ser.
Desde ahí comienza este renacer!
María Lucía Lecaros Easton
Periodista, Licenciada en Comunicación Social
Postítulo en Género y Desarrollo
Asesora Experta en Acompañamiento a la
Maternidad Consciente y Crianza Respetuosa
Asesora de Lactancia EDULACTA
Doula y Terapeuta Holística