Aprender a Ser Padres

Una de las frases más comunes que se escuchan en torno a la crianza es que nadie nació sabiendo como ser madre o padre, que los hijos no vienen con manual y cuanta deformación pueda surgir de esta idea de que al llegar nuestros hijos a nuestra vida nosotros también estamos en pañales, o mejor dicho, estamos renaciendo. Y claro, la llegada de estas perfectas criaturas a nuestras vidas nos remecen -como lo vimos en el post anterior– pero no estamos en la absoluta ignorancia sobre la crianza ni mucho menos desprovistos de señales para abordar el acompañamiento y cuidado de ellos.

 

Todo lo contrario, contamos con una serie de recursos que nos toca reorganizar para identificar la manera en que pretendemos llevar a cabo nuestras crianzas. En esta paleta comienzan a jugar los colores de nuestra infancia, la forma en que nuestros padres y cuidadores se relacionaron con nosotros, cómo nuestro entorno se refería a la infancia, nuestra historia familiar, la percepción de nuestro sistema sociocultural sobre la infancia, maternidad, paternidad, lo que hemos aprendido investigando, lo que hemos observado en otros padres y nos ha gustado o disgustado, y finalmente nuestro instinto y nuestros hijos.

Parece un verdadero caos y sobre información en el que nos sumergimos al reflexionar sobre la crianza, pero este torbellino se libera de manera casi imperceptible y se va depurando a medida que el tiempo pasa y conectamos con nuestra propia forma de acompañar el desarrollo de nuestros hijos. Es decir, nace nuestro único y auténtico modo de criar.

Cada hijo, un maestro

En este proceso, la labor de nuestros pequeños guías es fundamental, pues ellos se encargan de ir aplacando progresivamente el ruido que nos ensordece y nos hace perder el sentido último de la crianza: caminar juntos desde el amor incondicional.  Entregándonos una serie de lecciones maestras en distintas maneras y a repetición para que podamos desprendernos de las falsas creencias que nos atan y no nos permiten fluir y desarrollarnos armoniosamente.

 

Y es que estando en verdadera sintonía con ellos somos capaces de poner atención a los mensajes que nos transmiten con sus diversas expresiones, con sus estados anímicos y de salud, con su vibración en los múltiples planos. Desmoronando las barreras que nos impiden vivir la fusión, que nos mantienen resistiendo nuestra naturaleza, que nos llenan de ideas falsas sobre el cómo debería Ser y portarse, saltando muchas veces de la idea de padres víctimas de los hijos a tomar una posición equilibrada y sana, llena de amor.

Este camino de aprendizaje dónde somos capaces de atender a las lecciones maestras entregadas por nuestros hijos, nos permite a la vez trazar una ruta de sanación a nosotros mismos, experimentando una suerte de consciencia ampliada desde la cual reconectamos con nuestro Ser y desde ahí vemos realmente nuestro sistema, con luces y sombras.

Lecciones Maestras

Para cada familia el cómo lleguen a orquestarse las lecciones será distinto, pero el mensaje que transmiten son transversales a todas las experiencias, pues se plantean como una suerte de camino para conectar con el amor incondicional, permitiéndonos dar un sí a la vida en consciencia y desplegar todo nuestro potencial.

En los próximos post iremos revisando una a una cada una de estas lecciones maestras, profundizando en aquellos aprendizajes sutiles que aportan una profundidad inesperada a nuestra experiencia como padres, y que en la medida que las vivamos de manera consciente y las meditemos, lograremos alcanzar experiencias más armoniosas en este camino de renacimiento.

 

María Lucía Lecaros Easton
Periodista, Licenciada en Comunicación Social
Postítulo en Género y Desarrollo
Asesora Experta en Acompañamiento a la
Maternidad Consciente y Crianza Respetuosa
Asesora de Lactancia EDULACTA
Doula y Terapeuta Holística

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